martes, 27 de noviembre de 2007

Papelucho

Imagina un niño flaco, con grandes rejas y un pelo de escoba absolutamente impeinable. De piernas y brazos flacos, con una hermana chica que parecía un peluche pero sin pelo, que siempre lograba olvidar que estamos en Chile, que las cosas afuera pasaban a un ritmo vertiginoso.
Un niño que se creía inteligente pero era demasiado flojo para demostrarlo, con una capacidad para meterse en problemas sólo superada por su capacidad para salir de ellos. Que veía pero no entendía la motivación en la vida de sus padres, con las rodillas llenas de costras y la cara siempre sucia.
Así como el chavo pero chileno, este niño tenía la capacidad de transformar un montón de cajas e un fuerte de una guerra imaginaria, un montón de cojines en un palacio, y una micro en una nave intergalactica.

Imagina ahora que ese niño encontró un día en su casa un libro acerca de otro niño al que realmente le pasaban las cosas que él se imaginaba, y le encantó leer y creció leyendo, para terminar ahora con un incontenible deseo de escribir historias como esta, a veces arrepintiéndose de no haberlas vivido en carne propia.